La autocrítica es una actividad muy común en España, y no a nivel personal sino a nivel nacional. ¿Quién no ha proferido o escuchado innumerables quejas hacia nuestro propio país? Muchas de estas críticas gozan de cierto sentido, sin embargo, en numerosas ocasiones no somos capaces de observar a simple vista lo afortunados que somos en muchos ámbitos.
Uno de estos ámbitos es el de la mortalidad. La mortalidad es la cantidad de personas que mueren en un determinado lugar y período de tiempo en relación con la población total. En este caso, nuestro interés en el asunto no reside en la cantidad de personas que fallecen, sino en la edad media hasta la que alcanzan a vivir. Según los estudios, España es el segundo país con mayor esperanza de vida a nivel mundial con una media de 83 años, solo detrás de Japón. Sin duda, este hecho no es una mera casualidad, ni se debe principalmente a su localización geográfica o desarrollo, ya que existen otros países más desarrollados por debajo de España en esta lista. Más allá de la alimentación y la cierta estabilidad, esta longevidad se debe a nuestro sistema sanitario. El sistema sanitario español es gratuito (financiado vía impuestos), universal y de calidad. Gracias a su existencia, la gran mayoría de individuos alcanzan altas edades con unas condiciones razonablemente buenas. En otros países como Estados Unidos, por diversas razones, entre las que destaca la falta de un sistema sanitario público de calidad la expectativa de vida es mucho más inferior a los 79 años de edad.
A pesar de la diferencia entre los dos países anteriores, todavía existe la posibilidad de compararlos con el polo totalmente opuesto. Sierra Leona encabeza la lista de países con menor esperanza de vida con tan sólo 46 años. Las pobres condiciones de salud provocan una enorme tasa de mortalidad infantil de 70 muertes por cada 1000 nacimientos. El gobierno, las asociaciones religiosas y ONGs locales e internacionales proporcionan servicios médicos, pero ni de suficientes calidad y medida para contrarrestar la falta de agua potable y las diversas enfermedades como la malaria que asolan a la población de este sistema subdesarrollado.
Como conclusión, tengo la esperanza de que el gran contraste entre países evidencie cómo de agradecidos hemos de estar por lo que tenemos. Tenemos la suerte de seguir vivos, y en un país en el que esto no es precisamente difícil.
No hay comentarios:
Publicar un comentario